domingo, 26 de junio de 2011
Nuestra admirada bloguera, autora de "La utopía del día a día" está colaborando en el censo de los palomares de la provincia de León. Como ayuda, cuelgo aquí el artículo aparecido en La Crónica de León de la divulgadora de temas leoneses, Natalia Bodega Morán sobre estos peculiares edificios.
"Los palomares, el ejemplo del pueblo que sabe ser arquitecto"
Para muchos leoneses, el recuerdo de los pueblos de su infancia es un panorama de campos de labor, en los que se desparramaban decenas de pequeñas joyas del patrimonio popular: los palomares. Estas edificaciones eran la plasmación de una arquitectura nacida del pueblo, simple y efectiva. Obras que fueron levantadas por el sudor y la creatividad de la gente común, totalmente diferentes de los grandes monumentos que normalmente aparecen en los libros de arte .
Los palomares son recintos de diversos materiales y formas que servían para que las palomas anidaran y así, poder disfrutarlas como alimento y como proveedoras de un excelente abono (la palomina).
Su origen es discutido, hablando algunos expertos de una procedencia romana, mientras que otros los relacionan con la presencia de los visigodos. Lo cierto es que los palomares son de todos. Cada comarca los construyó con las formas y el material que mejor se adaptaba al territorio. Así, en el Bierzo y en la Cabrera usaron la piedra, la madera y la pizarra, muy abundantes en la zona, mientras que en Tierra de Campos y en los Oteros es el tapial el material que se empleó. Los paisanos leoneses de épocas pasadas nos demostraron así, cómo se puede hacer una arquitectura verdaderamente ‘orgánica’, que se levantaba con los materiales que daba la tierra y que se integraba en la naturaleza sin destruirla.
Formas variadas
En cuanto a la forma externa, aunque todos tenemos en la cabeza los típicos palomares circulares, lo cierto es que la variedad es el único patrón que siguen. Son cilíndricos en general, los de la Vega del Esla, los de Tierra de Campos y los del Bierzo. En cambio, existen algunos palomares poligonales en el Páramo y el Órbigo, cuadrados en La Cabrera y directamente rectangulares o incluso, en forma de herradura, en Los Oteros. Sus tejados, en general a dos aguas, presentan características aperturas para facilitar el tránsito de las palomas. A veces, estas aperturas, tienen formas perfectamente simétricas con el resto del edificio, que nos señalan que no sólo había la intención de que el palomar cumpliera su función, sino que también fuera estético.
Entrar al interior de un palomar era visitar un espacio oscuro, dominado por los nichos ( llamados ‘neales’) en los que dominaba el rumor sordo e inquietante del gorgojeo de las palomas. Frecuentemente, se colocaban unos maderos transversales de pared a pared en los que las palomas se posaban; a la vez servían para que el dueño subiera a los nichos más elevados. A veces existía un patio interior, que daba salida al vuelo de estas aves, mientras que en otras ocasiones, el patio se suprimía y las palomas salían al exterior por los ya mencionados agujeros en el tejado y la fachada. Casi siempre, al palomar le acompañaba un pozo -sin brocal y a ras del suelo- que servía para que las palomas bebiesen. El palomar podía estar encalado (algo muy frecuente en Sahagún y su comarca), mientras que en otras zonas era enteramente de tapial o piedra. Hoy en día, las necesidades prácticas han llevado a remozarlos con cemento.
Pajaricos al puchero
La carne de pichón - tierna y jugosa al tratarse de ejemplares jóvenes- constituía un complemento a una dieta tradicional, no muy sobrada de pequeños lujos como este, por otro lado. La recolección de pichones se hacía sobre todo entre junio y julio -en los que se recogían ‘a esgaya’- y, de manera menos numerosa, en agosto. A las aves cogidas este mes se las denominaba “agostizos” y tenían menos carne. Durante los meses de invierno, los dueños tenían que alimentar a las palomas con trigo, ya que el campo en esas frías fechas las desproveía de alimento. A propósito de la cría de las palomas había un refrán en la zona de Fresno de la Vega que era: “Abril, hueveril; mayo, pajarayo; por San Juan, pajaricos a volar y por San Pedro, pajaricos al puchero”.
Demasiadas ruinas
El estado actual de conservación de los palomares en la provincia de León es realmente alarmante. Muchos se han dejado caer, otros tantos están en ruinas y los que quedan en pie, dependen del buen sentido de sus actuales dueños. Existe la ‘Asociación para promover la protección de los palomares en la provincia de León’ con sede en Santas Martas, que está realizando un censo de palomares en la provincia y que asesora sobre cómo conseguir que sean declarados ‘Patrimonio inmueble de interés etnográfico’, pudiendo así recibir subvenciones. En estos momentos, en los que se pretende que el campo sea el cementerio de los residuos de las centrales nucleares -a cambio de dinero aparentemente fácil- convendría estudiar primero si se pueden fomentar recursos como el turismo. Los palomares bien cuidados e indicados pueden complementar y enriquecer la oferta gastronómica, enológica y paisajística de las tierras leonesas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No había visto tu post, gracias por todo y a ver si entre todos conseguimos concienciar a la gente que para salvar nuestros palomares tradicionales hay que conservarlos.
ResponderEliminarUn abrazo utópico, Irma.-
Gracias. Yo también me paso bastante por el tuyo. Tienes razón.Hay que movilizar a la gente.
ResponderEliminar